Ayer fue una noche larga, tras haber pasado la tarde, noche y madrugada en el Alter Coruña 08. Sobre todo, muy divertido, pero también muy cansado: la vuelta la hicimos en tren, llegando a Santiago a eso de las 7 y media (sin dormir, a lo sumo pegando unas cabezadas en el tren, claro).
Para poder presentaros al extraño hombrecillo, primero os pongo en situación. La última parte del viaje, de la estación de tren a casa, tocaba hacerla en coche. Hacía frío (alrededor de 2ºC), las carreteras estaban heladas en varios sitios, aún era de noche… vamos, que no era el momento idóneo para pegarse una sesión de paseos matutinos, en definitiva.
Una vez conocidos los fríos antecedentes, entra en acción el extraño hombrecillo. En el coche ya sólo quedábamos el Panganexo y yo, con el prometedor panorama de llegar a casa y acabar en la cama hasta la hora de la merienda… cuando en medio de la carretera encontramos a un fulano parado, mirando la placa con el nombre de la calle. Estábamos a más de dos kilómetros del centro de Santiago, y el tío tenía un mapa en la mano como si se hubiese perdido. Pasamos por su lado, mirándole por si veíamos que necesitaba ayuda, el hombrecillo nos mira a nosotros, pasamos de largo… y decidimos dar la vuelta para preguntar a este personaje si necesitaba ayuda. O, al menos, saber qué coño hacía un domingo a las 8, con un abrigo, un mapa y una maleta en medio de la carretera helada.
Media vuelta, paramos a su lado. Un tío con gafas de pasta, pelo corto rubio, un mapa en la mano, evidente desorientación y poca prudencia. Le preguntamos si necesita ayuda… y dice que si «Virxe da Cerca» estaba muy lejos. Era evidente que estaba un pelín perdido, porque se había pasado el desvío hacía como tres kilómetros… Pero el crack siguió caminando y caminando, hasta que encontró una placa con nombre de calle. Calle que ni siquiera salía ya en su mapa turístico…
Por alguna razón, decidí no dejarle allí, y le ofrecí acercarle un poco en coche a su destino, oferta que aceptó sin dudarlo mucho (incluso demasiado poco, debe de ser porque Panganexo y yo parecemos más jóvenes de lo que somos, por el tema de la metrosexualidad). Luego nos explicó un poco de su historia, en la cual se intuía por una parte que no era capaz de interpretar un plano, y por otra, que no distinguía entre derecha e izquierda. Aún así, a las ocho de la mañana, su historia sonaba tan alucinante como la de un viajero del futuro…
Probablemente, si no le hubiésemos interrumpido, este hombre hubiese acabado siendo una suerte de Forrest Gump español. Años más tarde se contaría la historia de aquel tío de Pamplona, que tras llegar a Santiago en tren desde Madrid en un viaje nocturno, comenzó a caminar buscando su hotel y, al no encontrarlo, ya no paró jamás.
Por eso, cuando le recogimos en coche y le acercamos a una calle que al menos saliese en su mapa, creo que en realidad no hicimos un favor a un turista con un sentido de la orientación inexistente, sino que lo que hicimos fue privar a la historia futura de una grandiosa historia.
Imagen | Ricardo de Zone41.net
Menuda historia jaja. La verdad es que cuando uno ve los puntos del mapa no sabe si creérselo.
@alex: La historia está sin adulterar, por rara que suene. Lo del turista de Pamplona, dado lo rebuscado de su historia, decidimos que por huevos tenía que ser cierto, porque alguien no podía habérselo inventado xD
Esto sólo pasa cuando se sale a saco. Es el imán perfecto para atraer lo más granado de la naturaleza humana. Un día normal de camino al curro no te pasa, eso seguro.
Dirección completamente contraria. Pues en lo de perderse, un diez oiga.