Y van cuatro…

Así a lo tonto llevo cuatro años con el blog en activo (en realidad se cumplieron ayer, pero los tecnicismos del aniversario los lleva Geko). Como digo cada año, es una sorpresa que esté durando tanto, pero de vez en cuando descubro alguna utilidad más que me ofrece el blog que renueva mi interés por él…

Cuando empecé con él, básicamente quería probar «eso de los blogs», contando algo. El objetivo inicial de contar algo y ser escuchado está más que satisfecho, y perfectamente podría seguir en blogspot escribiendo de vez en cuando y siendo leído. Pero al empezar a publicar el blog me metí en un mundo que me ha resultado especialmente interesante, la publicación de contenidos en internet.

Cuando abrí BloqNum no tenía especial interés por el mundo de la blogosfera más allá de los weblogs que leía, pero con la evolución que ha llevado este rincón del internec (blogspot -> wordpress en servidor compartido -> wordpress en VPS) he ido metiéndome en un mundo que me gusta mucho. Publicar contenidos es una cosa que puede hacer prácticamente cualquiera, y si me quedase en ello probablemente me hubiese aburrido… pero una vez que tuve los contenidos me ha entretenido bastante jugar con ellos… Posicionamiento en buscadores, promoción de los contenidos, atraer a nuevos lectores, trastear con las plataformas de publicación (wordpress, drupal, joomla, liferay…), publicidad… muchos juegos que hacen la estancia en la blogosfera interesante más allá de escribir cuatro ideas y darle a publicar.

Y a raíz de los experimentos que fui haciendo con el blog he ido encontrando otros inesperados pero no por ello menos interesantes. He conocido a gente muy interesante a través del blog, he hecho colaboraciones con algunos de ellos, he aprendido a sacar rendimiento económico de una página web… y por el camino he ido adquiriendo una experiencia que, casi sin darme cuenta, ha sido muy enriquecedora.

La verdad es que no se me habría ocurrido que abrir un blog iba a facilitarme conocimientos que me resultarían muy útiles profesionalmente, aprendiendo de una forma muy natural bastante sobre internet y las plataformas en las que se basa… conocimientos que, llegados a un punto, me resultan útiles y valiosos. Y es que lo atractivo del blog para mi es que no tiene un objetivo final, sino que lo que me mantiene escribiendo es el propio camino y lo que voy descubriendo en él :-)

…otro misterio más grande es qué es lo atractivo del blog para vosotros ;-)

Guía para volar con Ryanair (basado en mi experiencia)

Ryanair es una empresa que despierta opiniones muy polarizadas, generando grupos que la odian por considerarla lo peor del mundo y el colmo de la cutrez, y otros que la idolatran por abaratar hasta límites insospechados algunos destinos de vuelos antes prohibitivos.

Yo llevo unos cuantos vuelos con ellos, tanto domésticos (Madrid – Santiago y viceversa) como internacionales (Londres y Roma, desde Santiago también). Me gusta volar con ellos, sobre todo por el ahorro que supone respecto a las alternativas de aerolíneas «tradicionales» (sobre todo, Iberia), pero tampoco me ciegan sus campañas de márketing, y que la mayoría del tiempo su opción sea la más barata no evita que compruebe las alternativas de las otras compañías. Aún así, excepto una vez que viajé con Iberia, resultó la manera más barata de volar en avión cuando y a donde quería.

En este post intentaré contar la experiencia de haber volado con ellos, además de resolver una serie de FAQs, con dudas que algún amigo me ha hecho ante la posibilidad de viajar con ellos.

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Buscando software libre en el alcohol

¿Qué hace un grupo ingenieril con predominancia informática saliendo por Madrid, además de buscar locales en el Google Maps de un móvil con Android? Ver referencias a proyectos de software libre en botellas de bebidas alcohólicas…

eristoff-amarok
Arriba, Eristoff. Abajo, Amarok. Fondo, botellas del Supersonic Club.

El parecido lo vio mostyboy cuando estábamos en el Supersonic, un local que me gustó mucho, aunque lo encontramos de rebote mientras intentaba encontrar la calle del Independance o el Idioteque en su defecto. Al final no pudimos ir a ninguno de los locales en Madrid a los que quería ir (Idioteque cerraba cuando llegamos e Independance tenía demasiada cola – fallé al no haber pedido invitación por mail), pero me quedé contento con el descubrimiento del Supersonic…

Por cierto que la visita a Madrid fue para ver el concierto de Muse (para la crónica me extiendo en Pista Oculta), volando en Ryanair y cogiendo el primer vuelo de la mañana tras salir por Malasaña buscando algún sitio abierto y que no quisiesen cobrarnos un ojo de la cara por entrar. La búsqueda fue infructuosa, acabamos dando un paseo turístico nocturno de 4 a 6… ¿alguno sabéis algún sitio con música decente y que no cobren un riñón por Madrid? Así los anoto para la próxima vez…

Pasando de las cuchillas, hola máquinas de afeitar

Cuando empecé a afeitarme hace unos años lo hice como se debe empezar, con la tierna escena del adolescente frente al espejo raspando cuatro pelajos del mostacho con una cuchilla y bien embadurnado en espuma. Pero lo cierto es que el método no me ha convencido nunca.

Afeitarse con cuchilla requiere estar atento para no darse un (doloroso) tajo, y no han sido dos ni tres (sino tres) las veces en las que por falta de pulso me he cargado las patillas haciéndolas desaparecer bajo el frío metal… Encima, por muy bien que las limpies, periódicamente y tras un determinado número de usos, hay que cambiar las cuchillas para asegurarse de que siguen cortando bien, añadiendo el coñazo de tener que estar pendiente de comprarlas al ir a la compra.

Vamos, que el sistema no me parece demasiado logrado, siendo el mayor avance de la «tecnología» acumular un número inusitado de cuchillas en la misma superficie… Así que llevaba tiempo con la idea de pasarme a las maquinillas de afeitar. En un pedido que hice a amazon de un par de videojuegos aproveché y me compré una maquinilla para probar qué tal me iba con ellas, una Phillips HQ6970.

La maquinilla es de las más básicas que había en stock (y de marca conocida), y de las más baratas también (además estaba en oferta, mejor que mejor). A pesar de no tener muy buenas experiencias con las afeitadoras, por haber usado una medio estropeada que había por casa y más que afeitar me depilaba a tirones (horribles tirones, por cierto), estoy muy contento con ella.

En el manual avisa de que puede llevar unas semanas acostumbrar a la piel, y que durante las primeras semanas la efectividad no será máxima y además habrá algo de irritación, pero fue bastante leve en mi caso. Ahora ya corta mejor, de un par de pasadas rápidas, y se me hace mucho menos pesado afeitarme por las mañanas medio dormido y sin joderme las patillas… Otra ventaja es que puedo afeitarme en cualquier momento, sin tener que estar pendiente de embadurnarme la cara en espuma para empezar a acabar con el incipiente pelo, y la última razón por la que me mola es la que decía de no tener que comprar recambios en una temporada…

Dejando de ir al cine…

Antes solía ir prácticamente una vez por semana al cine a ver el estreno más interesante que tocase, pero últimamente no voy mucho por allí… Antes era costumbre ir los viernes al cine, y con ello me tragué alguna que otra mierda infumable cuando la cartelera venía floja, pero también me llevé alguna grata sorpresa. En las semanas de varios estrenos, a veces incluso iba un par de veces al cine…

Situémonos: en Santiago sólo hay dos multicines, uno de la cadena Cinesa y otro más «familiar», el Valle Inclán, y ninguno de los dos es una maravilla (aunque por el precio de la entrada podrían serlo, no, es un farol). Las butacas son lo justo de cómodas y espaciosas en ambos (estricamente hablando, sin lujos), y por sí solos tienen detalles que ya me harían plantearme ir a ver una película en ellos.

En los de Cinesa, a pesar de vender las palomitas acompañadas por un refresco aguado (hielo con refresco hecho con polvos, quiero decir) a precio de solomillo (más de 10€ por un cubo de maíz tostado!), si compras el tamaño grande ni siquiera puedes dejar el vaso en el hueco reservado en el asiento, ya que son demasiado pequeños, y te toca tenerlo encima o en el suelo. En este cine la entrada sube aproximadamente a razón de 1€ al año, pero las salas siguen siendo iguales que hace varios años (por ejemplo, de cine 3D ni hablar!).

En Valle Inclán lo que es de traca es cómo ponen las películas. Me explico: ay de ti como vayas a ver una película «tranquila», que no haga demasiado ruido… ¡acabarás oyendo las películas de acción de las otras salas! En realidad igual es una feature, una especie de 2×1 en el que pagas una película y como extra te destripas otra y te ahorras la visita… El otro elemento que hace que no les tenga mucho cariño es la experiencia con su torpeza al poner las películas: una vez empezaron a proyectarla antes de tiempo y prácticamente nos exigieron una demostración de que no mentíamos por llegar tarde (que se la dimos, porque teníamos razón), y acabaron saldando el error con una entrada para otra sesión. Pues vaya. La otra vez, empezaron a proyectar mal la película, con la imagen desplazada (la parte de arriba en la zona inferior y viceversa), tras comentarlo y decir que lo arreglaban jodieron el sonido, y a la tercera estuvieron un rato proyectando la película con las luces encendidas. De la película no me acuerdo, pero me dejaron de bastante mala ostia…

Antes había un tercero en discordia, los Cines Compostela, con unas salas sorprendetemente pequeñas, pero el añadido de que su cartelera era muy buena – o, por lo menos, diferente. En él se podían ver películas extranjeras que se salían un poco del circuito comercial que, aunque llegaban con cierto retraso, al menos llegaban, porque ahora ni eso. Como mucho, el festival Cineuropa, en el que proyectan películas internacionales en VO en los teatros de la ciudad a precios atractivos, y al menos se puede ver algo diferente… pero eso sólo es un mes al año.

Pero lo que ha sido más detonante en que ir al cine llegue a resultarme molesto es la gente. Cuando no es el que agita mi butaca, es el acaparador de reposabrazos, o sino son los adolescentes graciosos que hacen ruidos, y siempre quedan los que hablan toda la película a viva voz o el que le suena el móvil. Y mi favorito: hace un par de semanas, viendo District 9, estuve acompañado a mi siniestra por el auténtico Eslabón Perdido. Balanceaba el asiento moviendo las butacas de la fila entera, realizaba comentarios tan ingeniosos como gritar «Pero qué tontos!» cada vez que salía un alienígena en pantalla (sí, quienes la hayais visto os dais cuenta de que insultó a unos cuantos), o celebrar las apariciones de cualquier tipo de animal de granja como si le fuese la vida en ello. Por no hablar de su método infalible de dos pasadas para comer palomitas (de su cubo de, por lo menos, 5kg): en la primera, dejaba unas cuantas en la boca. En la segunda pasada, tanteaba la tripa y las ingles para ver lo que había caido y remataba con ello. Un hombre ingenioso donde los haya.

Resumiendo: el espacio para sentarse es más bien justo, toca compartir reposabrazos, los «aperitivos» son prohibitivos, imposible ver una película en VO y te puede tocar al pesado de turno al lado. Encima, cada vez se ve mejor el cine en casa… Verde y con asas: ahora intento ir solamente a películas que tenga muchas ganas de ver o sepa de antemano que merecen la pena, y en sesiones poco pobladas…

Francesinha: bocadillos todoterreno

En Portugal, en especial en la zona de Oporto, tienen un plato típico llamado «francesinha«, que vendría a ser «francesita». Cuando estuvimos por Oporto nos llamó la atención, porque lo ofrecían en varios sitios como especialidad de la región, y no teníamos ni idea de qué sería exactamente. Por su nombre, supusimos que podría ser algún tipo de tortilla bastante elaborada… pero no, ni de lejos. Al ver las fotos quedó claro que no era para nada una tortilla, sino algo más elaborado, más contundente (también porque su precio era mayor al de una tortilla, más cercano al de un plato combinado o una hamburguesa completa).

Francesinha por fuera
Así lucía antes de empezar, bien imponente el conjunto
Francesinha por dentro
Después de un rato comiendo... No estaba vacía precisamente, no...

Como no, no me pude resistir a pedir una (la de las fotos de encima, claro), descubriendo lo que había en el interior. Mi francesinha llevaba nada más y nada menos que dos rebanadas de pan puestas a modo de bocadillo, con un relleno consistente en un filete de ternera, jamón York, un chorizo cortado en trocitos y quizás algo más de fiambre que se me pasó contar. Lo que lleva dentro puede variar, incluyendo distintos fiambres y siendo el filete de ternera o de cerdo. Luego, el bocadillo se recubre de (muy) abundante queso y se gratina, pudiendo ser coronado con un huevo frito. El conjunto se remata sirviéndolo con una salsa elaborada a base de cerveza y salsa de tomate, y todo ello acompañado de una ración de patatas fritas.

Dados los ingredientes que llevaba y la manera de prepararlo, bauticé al invento cariñosamente como «La Torre del Colesterol», y no es para menos. Pero la verdad es que valía la pena, el resultado tenía muy buen sabor y era un plato más que contundente con una muy buena relación hambre-satisfecha/precio.

Por lo visto, el plato es bastante común en la zona del norte de Portugal, siendo su origen la zona de Oporto. El origen se cree que es el de un cocinero portugués emigrado a Francia que, al volver, trajo consigo la receta del croque monsieur (un bocadillo francés con pan, jamón, queso y que se suele servir horneado y gratinado) y la adaptó a los gustos e ingredientes locales. Es un plato bastante reciente, surgido en el siglo XX, pero que a pesar de su poca edad ha calado bastante en la gastronomía local, ya que lo ofrecen muchos restaurantes y bares del norte de Portugal, adaptándolo en cada pueblo con ligeras diferencias en la receta (hay variaciones con bacalao, champiñones, pollo, atún o verduras, entre otras).

La elaboración no es especialmente complicada, y hay recetas explicando cómo hacer incluso la salsa, con lo cual es completamente posible montarse una francesinha adaptada al gusto en casa :-)… el día que me anime le sacaré fotos a ver si se parece en algo a las auténticas xD.

Más:

Coimbra, la estudiantil

La otra ciudad en la que pasamos unos días (dos, en realidad), tras pasar por Oporto, fue Coimbra. De nuevo esta ciudad tiene unas cuestas que da gusto verlas (o miedo, según lo cansado que vayas), pero la sensación que da es diferente. Es algo más pequeña que Oporto, y su ambiente y orientación es bastante distinta. Mientras que Oporto es una ciudad industrial, Coimbra es la ciudad de la Universidad, y ésta tiene mucho peso en cómo evolucionó la ciudad y aún lo tiene hoy en día.

Esta ciudad me recordó en muchos aspectos a Santiago de Compostela. En ambas la Universidad tiene un peso muy importante en el desarrollo de la ciudad, y debido a ellas ambas ciudades cuentan con una gran presencia de estudiantes, que contribuyen en gran medida a «dar vida» a las ciudades. También coinciden en que ambas tienen una parte histórica bastante cuidada, y son uno de sus principales atractivos turísticos. En lo que gana Santiago es en la catedral, desde luego, pero en Coimbra intentan compensar esto teniendo dos. Si no ganan en calidad, al menos en cantidad…

Como decía, en Coimbra una de las cosas que vale la pena ver es la zona histórica, ya que las distancias son aún menores que en Oporto, y pasear por las callejuelas se hace bastante agradable (descontando el tema de las cuestas arriba). La ciudad tuvo un pasado medieval bastante importante, siendo capital en determinadas épocas, y los restos de la época están bastante bien cuidados. Lo que merece la pena ver sí o sí es la Universidad, que fue residencia real, y es impresionante – de hecho, dado su interés como atracción turística, venden unas entradas para poder ver determinados edificios de la Universidad (la Iglesia, la Biblioteca, un salón de actos, unos balcones con vistas impresionantes de la ciudad y la prisión).

Lo de que una Universidad tenga prisión suena raro, y el origen es bastante curioso. Esto se debe a que antiguamente la Universidad tuvo su propio fuero, y tenían derecho a encarcerlar a quienes incumplían sus normas. Por lo visto uno de los inquilinos de estas celdas eran aquellos que atentasen contra la cultura destruyendo libros…

Otra de las curiosidades que se ven al pasear por Coimbra son las Repúblicas, que incluso salen marcadas en las guías turísticas (por cierto que las guías municipales tienen el detalle de incluir las coordenadas GPS junto a las atracciones turísticas). Las repúblicas son un vestigio heredado desde la Edad Media, y son colegios mayores autogestionados por los estudiantes. Se organizan de una forma muy abierta, y las decisiones son tomadas de modo democrático, además de que el trabajo se reparte entre todos los miembros de la república. Las distintas áreas de trabajo se reparten en «ministerios», cada uno contando con un ministro encargado de su coordinación. Desde fuera parecen casas okupas, por su estética muy punk, con muchas consignas escritas en ellas y adornos bastante curiosos (por ejemplo: teclados de ordenados, muñecos antiguos, triciclos, batidoras… y cualquier cosa que se pudiese colgar de la fachada!).

La ciudad me dejó también muy buen sabor de boca por otra razón, y es que me gusta sacar fotos a los stencils que veo, y la ciudad estaba plagada de ellos (más que probablemente, por el movimiento estudiantil y de las repúblicas, que tuvieron a bien decorar así su ciudad).

De nuevo, pongo unas cuantas fotos para hacer más ameno el texto y veáis que no miento tanto :)

Coimbra
Uno de los edificios de la Universidad
Coimbra
Una república (la de Kágados, en concreto), con su decoración modelo "DIY"
Coimbra
Una callejuela de la parte histórica. Como no, en cuesta :-)
Coimbra
Uno de los arcos de la muralla antigua, bien conservado (el edificio de arriba era un museo de la ciudad)

Oporto, la decadente

Tras haber pasado unos días en Oporto, la impresión que me dejó fue buena, pero también decadente. Callejeando un poco se encuentran muchos negocios cerrados, edificios preciosos abandonados que se caen por falta de uso, calles descuidadas, que evidencian que la ciudad tuvo un pasado mejor que el presente. Aunque hay algunos que parece que llevan así siglos, hablando con un lugareño descubrimos que gran parte de los cierres son bastante recientes (víctimas de la famosa crisis, por lo visto). Pero a pesar de ello, la ciudad no pierde su atractivo, es una ciudad bonita a pesar del deterioro que sufre, y las distancias no son demasiado grandes en el centro (se puede visitar gran parte paseando, y de paso haces piernas…).

Pero la ciudad tiene otros atractivos. A pesar de ser una ciudad importante de Portugal (es la segunda mayor), los precios son bastante razonables en las zonas turísticas (es perfectamente asequible tomarse algo en una terraza junto al río sin lamentarse al pagar), incluyendo el alojamiento y la gastronomía local, que además está bastante bien.

En cuanto a cómo es la ciudad en sí, está estructurada en dos partes bien diferenciadas, una a cada lado del río Duero (Douro para los locales), y que históricamente influyó determinantemente en la estructura de la ciudad. En el lado del norte están las bodegas, un bonito paseo fluvial y prácticamente poco más, mientras que en el lado sur es donde está el grueso de la ciudad, incluyendo museos, alojamientos, restaurantes y calles pintorescas para visitar. De una u otra forma, algo que probablemente os toque si estáis por allí es subir cuestas como cosacos, porque el lado sur está establecido en una zona con un gran desnivel que cae hacia el río… (al principio igual no se nota tanto, pero después de cinco subidas con sus correspondientes bajadas empiezas a maldecir al que emplazó allí la ciudad – como decía, es una buena ciudad para hacer piernas xD).

Como punto negativo de ser una ciudad importante, tiene a su ejército de «asistentes de aparcamiento», vamos que está plagado de gorrillas. O, como les llaman allí, arrumadores (o politoxicómanos, según el cariño que les tengan). Si vas en coche, una alternativa son los aparcamientos de pago (que, curiosamente, establecen las franjas de precios por cuartos de hora), que según te alejas de la zona de la ribera del río (la más turística) son más asequibles y algunos tienen descuentos por dejar el coche 24h (en torno a 12€), y otra opción es el aparcamiento en la calle (con el engorro de ir periódicamente a renovar el ticket y, si toca, abonar la tasa gorrilla).

Como dicen lo de una imagen vale más que mil palabras, cuatro fotos valen más que la parrafada que he soltado:

Oporto
De día, calles pintorescas y muchas cuestas que dan al río

Oporto
De noche, un bonito paseo con una iluminación muy maja

Oporto
La otra orilla: bodegas a montones, más paseo fluvial agradable y barcos para turistas (el recorrido bajo los puentes mola)

Oporto
Oporto en detalle: casas vacías, descuidadas o semiabandonadas. Tienen su encanto...