Playa

Panorámica del Río Sieira

Ahora que el verano al fin ha llegado a Galicia, con un calorazo que se suma a la humedad del ambiente y da como resultado un clima pegajoso y con tendencia a tenernos a todos sudorosos, y con él llega la ocasión de visitar las playas. Con ellas yo tengo sentimientos enfrentados…

Me explico: me gusta lo que representa, siendo un símbolo de calor, vacaciones, verano, actividades al aire libre, etc… pero la propia naturaleza de las playas incluye una serie de elementos que, aunque a la mayoría de la gente le gustan o le son indiferentes, a mi me resultan poco atractivos o molestos, según el día.

  • arena: no me gusta demasiado su tacto, resulta imposible de despegar y aún más imposible de alejar de la toalla de uno, por muy grande que sea. Por otra parte es enemiga de los «cacharritos», haciendo que llevar el móvil, según qué relojes o una cámara de fotos a la playa sea una tarea de máximo riesgo y fundas por doquier para evitar rayazos o que acaben dentro de por vida del gadget de turno. Y cuidado con pisar la arena que lleve un buen rato al sol que te tuestas el pie.
  • agua: el agua sí me encanta. Pero está el problema de que el agua de las playas gallegas está gélida (si acaso, algún día llega a fresca, a riesgo de coger una corriente helada…)… con lo cual resulta imposible mantenerse mucho tiempo en remojo sin correr riesgo de congelación en los miembros (en todos ellos).
  • sal: tras bañarse en agua de mar y el correspondiente secado, la sal se queda sobre tu piel. Sobre la de los demás me resulta graciosa, les deja la piel blanca y con un sabor a pipas gracioso, pero no me gusta el tacto de la piel contra la camiseta después.
  • sol: el sol sí me gusta, da calor, en general alegra el día y permite realizar actividades al aire libre. Pero en una playa (siempre que se vaya sin sombrilla) estás a la merced absoluta de un sol que cae a plomo sobre ti y acaba dando un calor brutal. Esto se solventa si corre una brisa de aire, eso sí (con el efecto secundario de joderte la lectura de revistas, o complicar su logística).
  • protección de la piel: tras un día de playa acabas con la piel seca hasta decir basta, siendo necesario untarse en cremas (loción pozolar o cremas hidratantes varias) para calmar su sed, y mientras estás en la playa es necesario reponer periódicamente la crema solar para evitar acabar quemado (otro efecto indeseado de la playa). Al menos, he recordado recientemente que las lociones solares en spray resultan incluso gustosas…

Le soleil

Dicho sea todo, las playas de Galicia tienen la pega de un agua helada, pero cuentan con la ventaja de la gran variedad que hay (que favorece encontrar playas poco masificadas o incluso casi vacías cualquier día de verano), y lo bonito de sus paisajes en general. También se pueden encontrar playas muy grandes y con espacios en las que se puede dar largos paseos o practicar deporte, tareas que ayudan a olvidarse de las molestias de la playa. Y para que una playa sea completa tiene que tener su bar o chiringuito en el que comprar un helado o un refresco, desde luego…

Por ello me gusta mucho el «viaje» hacia la playa, aunque la estancia en ella se me haga más o menos incómoda (según lo capaz que sea ese día de pasar por alto la poca gracia que me hace la arena, principalmente). Algunos días consigo olvidarme de lo que no acaba de gustarme y no ser el repugnante de la playa que se queja del calor, la arena y lo fría que está el agua, y lo cierto es que esos días disfruto mucho de la playa y la sensación de cansancio que te deja al final del día.

Intermitentes

Conduciendo hay diversos factores que me pueden tocar los huevos, pero el que más se da es el escaso (cuando no nulo) uso que hace alguna gente de los intermitentes.

Me desespera porque la gente que no los usa considera que la carretera es sólo para ellos, para su disfrute exclusivo. No poner los intermitentes es un ejercicio de egoismo bastante avanzado que me irrita, por la desconsideración hacia los demás conductores.

De pequeño no entendía por qué había que poner los intermitentes cuando no había ningún coche a la vista, pero al menos tenía claro que su objetivo era avisar a los demás conductores de las intenciones de quien va dentro del vehículo. La diferencia entre ellos y yo, es que cuando me saqué el carnet de conducir ya era consciente de su necesidad (y sigo siéndolo, que a algunos se les olvida demasiado al aprobar el examen de conducir). Porque, a pesar de lo que deben de creer los que no ponen los indicadores luminosos, ¡no se reconocen las intenciones de quien va dentro a distancia!

Aquí ya habré sorprendido a alguno, sobre todo a los iluminados que creen que su poder de leer la mente es algo extendido… Supongo que para esos capullos esta revelación sería algo como «¡Diablos! ¿El que va detrás de mi no se da cuenta de que yo quiero ir a la derecha y necesito que me ceda el paso? Pero si he metido ya medio morro en su carril, está claro!». O el clásico… «¿Cómo? ¿Que tengo que poner el intermitente en una rotonda? Sí hombre, sí estoy dando vueltas como voy a poner la lucecita…».

Por cierto que el caso de las rotondas es especialmente irritante. Los cambios de carril sin avisar son incluso peligrosos, por no avisar a otros conductores de que quieres ocupar un espacio de la calzada antes de desplazarte a él, sí; pero la cara de idiota que se te queda cuando llevas esperando varios minutos en una rotonda, esperando a incorporarte mientras la gente sale por la salida anterior a tu entrada sin poner el puto intermitente es como para hacer un cuadro. Eso sí, en proporción al número de coches que parecen carecer de intermitentes, la cara se va tornando hacia un odio generalizado a la raza humana.

En realidad no he explicado cuándo se ponen los intermitentes, pero si alguien de los que leeis mi blog no lo sabéis, os odio. Empezad a ponerlos cada vez que cambies de carril, os incorporeis a una rotonda, etc., hacedlo aunque sea para mantenerme feliz.

Dualidad

Cosasquemegustan: volver a escribir en el blog.
Cosasquenomegustan: tenerlo en estado de semiabandono durante más de una semana.